Ibrahim Rifi, periodista y director de comunicación de la Fundación Al Fanar
La Víctima Número 8 es una serie de televisión española dirigida por Sara Antuña y Marc Cistaré, y protagonizada por Verónika Moral, Cesar Mateo, María de Nati, Farah Ahmed e Itziar Aiztburu. Coproducida por Globomedia, ETB2 y Telemadrid, se encuentra actualmente disponible en la plataforma Netflix y fue estrenada el 10 de octubre de 2018.
Una furgoneta atropella a varias personas que se encuentran paseando por el Casco Viejo de Bilbao en un atentado de presunta naturaleza «yihadista», término que debería ser sustituido por el de “takfirista”. Siete de ellas fallecen en el acto y la octava ingresa herida de gravedad en el hospital. Las cámaras de seguridad captan a un joven que se baja de la furgoneta y que huye de la escena del crimen. Todo apunta a que el autor del atentado es Omar Jamal, un joven de origen marroquí que migró junto con su familia desde Tánger cuando era niño.
Así arranca La Víctima Número 8, aunque al espectador se le avisa de que va a recibir bastantes sorpresas.
El título de la serie se refiere a la octava víctima, y durante la trama en clave de thriller se pretende averiguar qué ha pasado, quiénes son los culpables y quiénes son las personas que han intervenido en lo sucedido de una u otra forma. La trama de la serie se desarrolla en el País Vasco, una zona de España que ha sido escenario habitual de atentados terroristas en los que decenas de personas han perdido su vida.
Esta serie pone de manifiesto una serie de cuestiones que para quienes analizamos la islamofobia y pretendemos combatirla son muy relevantes. La primera, es que la islamofobia existe, y eso se deja ver desde el primer minuto de la trama cuando, una vez más, nos encontramos ante una serie que vincula musulmanes a terrorismo, pese a que alguno de los objetivos de la serie es precisamente desmitificar ese tópico. Mientras no salgamos de esa cárcel en la que los musulmanes sean representados en la ficción solo como terroristas, no se podrá afirmar que se ha producido una mejoría con respecto a la islamofobia.
En segundo lugar, esta serie pone de manifiesto cómo la islamofobia está presente y bien arraigada en la sociedad, y algo mucho más atrevido: cómo está implantada entre las altas esferas políticas, económicas y policiales. En la serie, grandes empresarios se alían con altos funcionaros de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para planear un complot, un atentado de aparente naturaleza “yihadista” con el que terminar con la vida de un adversario, que también pertenece a esas mismas esferas, a fin de obtener importantes beneficios económicos. Sin ánimo de spoilear la serie, los cerebros de la operación organizarán todo de tal manera que se culpe del atentado a Omar Jamal, convencidos de que su perfil de “musulmán” no generará ninguna duda sobre la autoría del atentado.
Ahí se pone de manifiesto la cárcel social de la islamofobia en la que están encerradas las personas musulmanas. La presunción de inocencia no es igual para todos: sobre los y las musulmanas existe una arraigada sospecha de peligro y de “potencialidad terrorista” y cuando alguna realidad de ese tipo es vinculada a personas musulmanas, estas no tendrán posibilidad de librarse de esa sentencia condenatoria, especialmente a nivel social. Aunque en la realidad el sujeto musulmán no se sea culpable, en el imaginario islamófobo dominante lo es per se.
Entre los muchos recursos que utilizan los guionistas para construir sus personajes sin ninguna duda están los estereotipos, o esas mentiras que llegan a adquirir un carácter de verdad absoluta sobre las que construimos nuestra manera de ver y entender el mundo, cuando en realidad no hacen más que falsear la realidad. En la construcción del personaje terrorista, relativamente frecuente en los relatos contemporáneos occidentales actuales (islamófobos) en todos los ámbitos de la ficción, es muy fácil caer en el estereotipo. Resulta interesante analizar cómo la figura estereotipada del musulmán terrorista en la ficción occidental ha ido evolucionando desde una construcción en la que aquel es representado como un barbudo de mediana edad con atuendos tradicionales, hasta el joven aparentemente “normal”, alimentando así la sospecha de que cualquier musulmán es un potencial terrorista incluso si está “completamente integrado u/y occidentalizado”, y reforzando de ese modo la islamofobia existente.
La Víctima Número 8 es un relato en el que los guionistas han conseguido poner encima de la mesa este fenómeno haciendo uso de esos estereotipos, de esa presunción de culpabilidad y de esa islamofobia arraigada como elementos del argumento, pero también como elementos del discurso y el pensamiento de los verdaderos autores del atentado terrorista que intentan no levantar sospechas señalando a un joven inocente y a una familia de ciudadanos musulmanes de origen árabe, con las nefastas consecuencias psicológicas, sociales y familiares que eso conllevará, y despertando en el espectador la empatía y la comprensión de la complejidad de la trama. Y ese es el gran logro y el gran interés que tiene La Víctima Número 8.
La Unidad de Cultura Científica y de Innovación (UCC+i), perteneciente al vicerrectorado de Transferencia y Divulgación Científica de las Universidad de Murcia (UMU), organizó un cinefórum en torno a esta serie en la que participan Pilar Garrido Clemente, profesora titular de Estudios Árabes e Islámicos de la UMU e Ibrahim Rifi, periodista y coordinador del proyecto Aflam Cinema de la Fundación Al Fanar. El acto contó con la colaboración de Joan Álvarez, guionista, ex director general de la Academia de Cine y fundador de la Cátedra de Diplomacia Cultural; y de Alejandra Val, experta en cine árabe y profesora de comunicación y cine en la Universidad Carlos III de Madrid. Se puede acceder al cinefórum de la serie a través de este enlace.