Fotografiando el islam

Alfredo Cáliz, fotógrafo

No es fácil salir de casa y fotografiar a alguien muy distinto a ti. Alguien que puede tener otra religión y hasta ser mucho más pobre que tú. El fotógrafo, periodista, fotoperiodista o la antropóloga y hasta la activista o el misionero se enfrentan todos al dilema de responder a esta pregunta que le formula el otro: ¿Qué derecho tienes tú a contar mi historia?

La respuesta es compleja y solo puede ser respondida desde el territorio de la ética. Necesaria es la empatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Es bueno ponerse límites, establecer lo que se puede hacer y lo que no y eso depende de cada situación y contexto pero no todo vale. Hay que tratar de explicar a la persona por qué estás ahí y para qué son las fotografías. Estas aspiraciones no siempre son viables pero no deberíamos perderlas de vista nunca a la hora de actuar, a la hora de disparar una cámara o escribir una nota.

En la elaboración de los periódicos participa mucha gente y en ella caben muchas sensibilidades y materiales diversos, más o menos sesudos, aunque, como ya hemos dicho, la tendencia general es la simplificación, la reducción al cliché o estereotipo, a esas “verdades cansadas” que decía George Steiner. Una de las aspiraciones de mis trabajos fotográficos es la de visibilizar esa diversidad que se oculta o se uniformiza en tantos reportajes hechos en zona “islam” publicados en prensa. Busqué en su momento “personajes puente”, que estuvieran a caballo entre las dos culturas, es decir, la occidental y la oriental, sin darme cuenta de que lo que estaba fotografiando era la globalización. Fotografié yezidis, cristianos, naksbandis o alevíes entre otros. El espacio en los medios era reducido y siempre acababan apareciendo como meros rasgos folklóricos de la zona, sin permitir incorporar todo esta complejidad al análisis de los hechos que pudieran estar acaeciendo en la región.

Tema complejo el del velo, juego de espejos donde se te puede tachar de relativista cultural o de ingenuo, y de ahí hasta llegar a palabras mayores, si uno no se alinea con esta tesis monolítica sobre su significado. No me toca a mí como fotógrafo entrar a fondo en este asunto, pero sí puedo hablar de algunos reportajes que he hecho en los que el velo era lo que el periodismo ha acordado en llamar “la percha”.

Recuerdo con cariño un reportaje que publicó El País Semanal, con texto de Jesús Rodríguez, titulado “Más allá del velo” y que arrancaba así: “Debajo de cada velo hay una cabeza. Centenares de miles en España. Todas son diferentes. Aunque nos empeñemos en verlas iguales”. Me gusta esta frase porque de un plumazo abre en la dirección en la que yo creo que hay que abrir para empezar a hablar de un tema tan complejo. Más tarde y con el mismo periodista y en el mismo medio publicamos “El islam de las mujeres” cuyo mérito, de tenerlo, era asociar la palabra islam a la palabra España, aceite y agua para muchos sectores de la sociedad española.

Es raro ver un reportaje o noticia sobre el islam donde no aparezca un velo o en su defecto un hombre o grupo de hombres rezando ¿Es que acaso los musulmanes no pueden hacer otra cosa más que rezar o mostrarnos el velo?

Reflexiones sobre la fotografía del islam, por Alfredo Cáliz, autor de Fotografías del islam en España y Fotografías del islam en el mundo, cedidas a la Fundación Al Fanar para el conocimiento árabe por el fotógrafo.

 

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