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¿Islam o islamismo?

El islam (nótese que ha de escribirse con minúscula, como otras religiones) es un sistema religioso que se sustenta en el Corán, la palabra de Dios transmitida a la humanidad por Mahoma, el último profeta de la tradición abrahámica de la que el islam se considera la manifestación definitiva. La fidelidad al mensaje del islam se manifiesta en cinco obligaciones de culto, que comparten todos los musulmanes sin distinciones. Se las conoce como ‘los cinco pilares del islam’ y son: reconocer que solo hay un Dios y que Mahoma es su profeta; realizar las oraciones preceptivas diarias (el salat); dar el azaque; cumplir con el ayuno en Ramadán y peregrinar a La Meca (esto es, hacer el hach). Junto al Corán, el ejemplo del Profeta también es un referente doctrinal de primer orden. La suma de los relatos que recogen el proceder de Mahoma se conoce como ‘Hadiz’, y da lugar a la Sunna, la tradición que siguen como modelo los musulmanes.

En el islam, junto con la teología, la ética o la metafísica, también tiene cabida la política. De ahí que a lo largo del siglo XX el término ‘islamismo’, que con anterioridad era sinónimo de ‘islam’ por analogía morfológica con ‘cristianismo’ o ‘judaísmo’, haya pasado a designar al conjunto de proyectos ideológicos, por lo general con una fuerte impronta contestataria, cuyo paradigma de legitimación se construye en torno a la doctrina islámica.

Más que de islamismo cabría hablar de ‘islamismos’, pues existe una panoplia de discursos y tipos de activismo que, si bien comparten la reivindicación de la jurisprudencia islámica (sharía) como eje organizativo del sistema estatal, se oponen en sus propuestas. El islamismo/los islamismos recorren el arco que va de posiciones políticamente pluralistas y teológicamente inclusivas (por ejemplo el partido Ennahda, partícipe del Gobierno tunecino tras la revolución de 2011) a modelos autocráticos y excluyentes (como el de Arabia Saudí y la República Islámica de Irán).
En líneas generales, se tiene a los Hermanos Musulmanes, organización fundada en Egipto en 1928 pero con ramificaciones por todo el orbe islámico, como exponente prototípico del islamismo, o mejor, de los islamismos. Cuando los movimientos islamistas incurren en la violencia o la lucha armada para imponer su visión, del islamismo estaremos pasando al yihadismo.

El terrorismo “takfirista” mejor que “yihadista”, pero nunca “islamista

En la visión del yihadismo, la violencia es una estrategia doctrinalmente lícita al servicio de un bien inapelable: instaurar el verdadero islam*, deturpado por la adoración a los ídolos de la modernidad (desde el racionalismo de corte ilustrado al capitalismo o el comunismo) en lugar de al Dios uno, único y universal (doctrina que se conoce como ‘tauhid y que los yihadistas, como los salafistas*, tienen por credo primero del islam). En este sentido, en la mentalidad yihadista no cabe discusión sobre la legitimidad de la lucha armada, y ninguna importancia tiene que se la tilde de ‘terrorismo’. Sobre lo que sí ha habido discrepancias es sobre las formas más eficaces que deba adoptar el esfuerzo bélico yihadista: de cariz guerrillero en los años setenta, ha ido adaptándose a la desaparición del mundo bipolar, globalizándose primero (su máximo exponente fueron los atentados del 11-S en Nueva York) y customizándose en su modalidad actual de ataques ad hoc en Europa, el Sahel africano o el Mundo Árabe en descomposición.
A los musulmanes, les repugna que se asocie el yihadismo con el islam, y rechazan con vehemencia la expresión ‘terrorismo islamista’. No les fatal razón, por lo que se debe evitar. También se resisten a que se naturalice la apropiación de la yihad que han perpetrado los terroristas, en la medida en que la yihad queda reducida a la violencia. Pero aunque en esto último redundaría la expresión ‘terrorismo yihadista’, parece que esta resulta menos lesiva que la primera, y es conceptualmente algo más pertinente. Posibles alternativas serían ‘terrorismo de Daesh’ o ‘terrorismo de Al Qaeda’ o, si es en general y no por grupos, ‘terrorismo takfirista’, en alusión al takfir, la doctrina por la que los radicales excluyen del islam a los musulmanes* que no siguen sus planteamientos.

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