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Frente a la islamofobia. Nuevas políticas para nuevos racismos

Publicado por Laura Mijares y Daniel Gil en El Salto el 14 de junio de 2018

 

Islamofobia no es, a pesar de su nombre, miedo al islam. En realidad, es un fenómeno complejo compuesto de varios factores. Por una parte, es una forma de racismo contra las personas musulmanas o leídas como tales, independientemente de cuál sea su práctica religiosa efectiva. Racismo en dos sentidos: primero, porque racializa a las personas musulmanas, es decir, les atribuye una serie de características que tienden a funcionar como clave explicativa de todo lo que piensan, dicen o hacen, igual que el racismo biologicista atribuía a las «razas» humanas diferentes capacidades y tendencias de comportamiento. Bajo una mirada islamófoba, una persona musulmana está inexorablemente determinada por su pertenencia al islam, por su «musulmaneidad», que se define de acuerdo con el conjunto de representaciones que desde las sociedades no musulmanas se tiene de lo que significa ser musulmán. La mayor evidencia de ello, aunque no la única, es el discurso sobre la «radicalización». Porque ¿qué significa radicalizarse sino desarrollar plenamente un comportamiento que se supone latente? Una vez establecido que el islam es intrínsecamente violento, el mito de la «radicalización exprés» significa que cualquier persona de religión o cultura musulmana es susceptible de convertirse de un día para otro en asesino de masas. A la inversa, se crea una categoría de personas musulmanas aceptables, que son los «moderados», es decir, por definición aquellas que no desarrollan del todo las potencialidades (perversas) de su religión o su cultura.

 

La islamofobia, naturalmente, también es racismo en un sentido más clásico: la inmensa mayoría de los musulmanes y musulmanas no son «blancas», y esto no tiene nada que ver solo con el tono de piel, sino sobre todo con las lógicas coloniales de jerarquización del mundo. En este sentido, la islamofobia naturaliza la utilización de expresiones de racismo más groseras. En toda Europa, el rechazo al paki, al beur, al moro es el resultado de la problematización del islam y la diferencia cultural.

 

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Un comentario

  1. Ya está bien que gente no musulmana ocupe nuestros espacios y protagonice nuestra voz.

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