muftí

La sharía y las fetuas

La sharía es la vía que Dios marca a la humanidad para que cumpla con su voluntad, de modo que alcance la salvación. Lo hace a través del mensaje divino, el Corán, pero también a través del ejemplo del profeta Mahoma, recogido en el corpus de tradiciones conocido como ‘Hadiz’. En este sentido la sharía es la ley islámica de origen divino, como se traduce con frecuencia, pero no lo es como corpus legislativo cerrado, pues este está sujeto a la interpretación humana de esas dos fuentes primigenias.

La sharía toma cuerpo en leyes civiles, penales, procesales, mercantiles, de derecho internacional o también morales y doctrinales. Estas configuran una ciencia propia, el fiqhcompilado por las escuelas jurídico-doctrinales tanto sunníes como chiíes. Las soluciones jurídicas dadas por los especialistas en fiqh están sometidas a un proceso interpretativo cuyo resultado puede ser, por tanto, muy diverso. Pero, en principio, todos los dictámenes son igualmente válidos: son lo que se conoce como ‘fetuas’, que serán más o menos vinculantes según la capacidad de convicción o coacción que tenga su emisor, el muftí.

Tanto para sunníes como para chiíes, la ley y la fe no son separables: a través de la sharía el islam se encarna y expresa en el cuerpo social, permitiendo al individuo ser y pensar, conocer y actuar de una manera específica islámica. La sharía es el distintivo de la umma, alimentando la unidad dentro de la diversidad del islam.
La reivindicación de la obligatoriedad de la implementación de la sharía es compartida por el islamismo, el salafismo y el yihadismo contemporáneos. Pero más allá de una declaración genérica, todo lo demás son diferencias sobre en qué se concreta la sharía, cómo se articula, quién tiene legitimidad para interpretarla o cómo se ejecuta en el mundo actual. Por poner algún ejemplo: la sharía es a la vez la principal fuente de derecho constitucional en países como Egipto y Pakistán, pero también fue el argumento que esgrimió el Estado Islámico (Daesh) para proclamar su califato en 2014. Y la sharía sirve tanto para justificar la imposición del niqab a las mujeres en Arabia Saudí como para situar a una mujer al frente de la oración en una mezquita de Nueva York.

Ulemas, ayatolás y si hay o no clérigos en el islam

La jerarquía religiosa en el islam no está institucionalizada, lo cual no significa que no exista un cuerpo de eruditos en materias islámicas en el que se integran expertos con distintas funciones, saberes y categorías. Incluso entre los chiíes, no hay unanimidad en la escala a pesar de estar más claro el corporativismo.

Grosso modo, los ulemas son los especialistas en materia religiosa islámica, que pueden cumplir distintas funciones, desde elaborar fetuas* (entonces se llamarán ‘muftíes’) a juzgar (‘cadíes’) o asesorar en materia civil o económica. En buena parte de los Estados de mayoría musulmana los ulemas conforman un cuerpo funcionarial que se ocupa también de las tareas administrativas de la gestión del culto. En el nivel más bajo de conocimientos y dedicaciones, están los imames y los mulás, que incluso pueden ser simples guías de la oración comunitaria en las mezquitas, y en el más alto está el muftí de cada Estado, un cargo político que se ocupa, no sin polémica, de la acomodación de la legislación del país a la sharía*. Con todo, no existe una carrera académica u oficial que conceda el titulo de ulema, no hay escuelas o madrasas de ulemas, sino que el ulema debe ganarse su reputación a través de su maestría y ejemplo, lo que le convierte en un jeque, alguien a quien respetar y seguir. De ahí que con la actual diversificación del saber y la autoridad los ulemas sean a menudo fuente de contestación a los regímenes en curso.

En el ámbito del islam chií, existe un consenso no regulado que sitúa a la cabeza de la comunidad a los ayatolás, una distinción que otorga el consenso de los colegas, no siempre fácil. Son los guías espirituales y referencias de autoridad en la exégesis legal de los textos religiosos, y con la progresiva politización de los hombres de religión chiíes, los ayatolás se fueron convirtiendo en líderes populares. Así, ya en el siglo XIX surgió una figura superior, el gran ayatolá o maryá taqlid, distinción que otorgan los pares y cuyo número alcanza en la actualidad las tres docenas, si bien son 4 o 5 los maryás de mayor influencia. La escala se completa, se forma oficiosa y de menor a mayor autoridad, con el seminarista o talibán, el licenciado exégeta o muchtahidín, el predicador facultado y el hoyatoleslam, que está capacitado para emitir opiniones legales.

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