Frente al terror(ismo)

GEMMA UBASAR

El Mundo, 05/01/2017

Recibíamos el 2017 con una matanza en una discoteca de Estambul. Otra vez tristes imágenes de terror. Año nuevo no muy diferente al que dejamos atrás. A partir de los atentados en Nueva York el 11-S de 2001 y en Madrid el 11-M de 2004 la violencia yihadista se hace presente en el mundo occidental. Objetivo: sembrar miedo, inseguridad y sensación de vulnerabilidad. Este tipo de actividad, aunque con dinámica propia, no puede ser entendida sin considerar el desastre de Irak o la propia guerra en Siria, que se ha convertido en un tablero donde potencias regionales e internacionales juegan al ajedrez. En una lógica de guerra se rearticula la geopolítica de los mercados de materias primas. Es una evidencia decir que el desastre humanitario en Oriente Medio, Magreb y Sahel es caldo de cultivo para el avance del sectarismo religioso.

Pero los ataques armados no son una realidad desconocida en Europa occidental. El terrorismo local estuvo pre sente en el viejo continente hasta hace muy poco. Eso sí, con orientaciones, naturaleza sociológica y formas de actuar muy heterogéneas. Las décadas de los 70 y 80 fueron especialmente duras en cuanto a víctimas mortales, con un mínimo de un centenar cada año. Pero, por ejemplo, en 1972, 1974, 1980 y 1980 se registraron más de 400 muertos anuales (los dos últimos con grandes masacres: la strage de Bolonia dejó 85 muertos y el ataque al vuelo 103 de Pan Am 270). Los protagonistas eran grupos de extrema derecha, fuerzas paraestatales, independentistas y organizaciones de extrema izquierda. Y sus acciones iban desde el coche-tren-avión bomba, el asesinato selectivo, la propaganda armada o las acciones de autodefensa. La mayor parte de estas violencias se enmarcaron en conflictos de carácter interno a los Estados nación.

Suele decirse, y con razón, que el terrorismo actual de carácter internacional es muy diferente de lo que fue el interno. El análisis y la comprensión de los fenómenos, pero también la manera de hacer frente a ellos, no puede ser la misma. Dicho esto, hay aprendizajes que pueden ser tenidos en cuenta. Con la distancia que nos da el tiempo, parece ya una obviedad el hecho que algunas respuestas estatales que se construyeron más allá de la ley y el respeto por las garantías democráticas retroalimentaron conflictos. La acción-reacción mantuvo vivas en el tiempo determinadas dinámicas violentas: ¿ETA hubiera perdurado hasta la actualidad sin el fenómeno de los GAL?, ¿las Brigate Rosse hubieran crecido como organización armada sin la strategia della tensione?; ¿La extralimitación policial y penitenciaria, los malos tratos y las torturas podrían haber actuado de potenciador de derivas de radicalización?

No todo vale en la lucha contra el terror. Y no solo por ética sino también por eficacia. Aplicado al problema que hoy nos atañe: la lucha contra el Daesh requiere serenidad, inteligencia y cabeza fría, así como también respeto por la legalidad internacional y los derechos humanos. Dejar de vender armas y controlar su comercio ilegal, luchar contra la financiación ilegal del terror, controlar el contrabando de petróleo, invertir en servicios de inteligencia y trabajar para su coordinación e integración, apoyar activamente desde Europa negociaciones de paz en la región, dar una salida digna a los refugiados, etc. Los bombardeos a Siria como acto reflejo un día después de un atentado son como echar gasolina al fuego. A la par que se trabaja activamente para evitar atentados que pueden tener carácter inminente, es imperativo pacificar la región: por justicia hacia la población de la zona pero también para evitar que la espiral de violencia arrastre Europa.

*Imagen de Wikipedia

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