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Cómo las mujeres musulmanas son las principales víctimas de la islamofobia

Publicado originalmente por Sirin Kale en Vice, el 7 de enero de 2016

 

La violencia contra los musulmanes se ha disparado en los últimos años y todavía más desde los ataques terroristas de París. Para una cantidad cada vez mayor de mujeres que llevan el hiyab, la misoginia se combina con la islamofobia con unos resultados realmente tóxicos

 

Zainab Chaudry sabe de islamofobia más que muchos. Es la portavoz del Consejo de Relaciones Islamo-Estadounidenses (CAIR, por sus iniciales en inglés), una entidad que busca el entendimiento mutuo entre los estadounidenses musulmanes y sus compatriotas. Sin embargo, como muchas otras musulmanas que llevan el hiyab en Occidente, Chaudry es objeto de agresiones verbales islamófobas.

 

“Hace poco estaba en un parking y un hombre me insultó y me dijo: “no eres bienvenida, vete a tu país”. Lo cual es curioso, ya que nací en Maryland y soy estadounidense. Así que le contesté: “Estoy en mi país”. Pero parece que, hoy en día, hay gente en nuestra sociedad que no quiere aceptar que los musulmanes podamos ser estadounidenses también. Esos dos aspectos de nuestra identidad se ven como mutuamente excluyentes. Si eres musulmán, no puedes ser estadounidense.”

 

En 2015, dos fantasmas gemelos recorrían Occidente: el extremismo religioso y la islamofobia. Están relacionadas y entre las dos amenazan la cohesión de nuestra sociedad. A medida que “Estado Islámico” causa estragos por el mundo, con ataques terroristas masivos en París, Túnez y Beirut, la islamofobia aumenta como respuesta. Mientras tanto, los candidatos a la presidencia, Donald Trump y Ted Cruz, echan leña al fuego del odio antimusulmán.

 

Los ataques islamófobos están alcanzando niveles nunca antes vistos. En Londres, la policía metropolitana informa que ha habido un aumento del 47% en las agresiones antimusulmanas en los primeros diez meses de 2015. En los Estados Unidos, CAIR documentó más de 70 ataques a mezquitas en 2015, la mayor cifra hasta el momento. Y tan solo en la semana siguiente al ataque terrorista de París, la organización británica Tell MAMA, que documenta casos de islamofobia, recogió 115 casos. “No damos abasto; el problema es demasiado grande” afirma su fundador, Fiyaz Mughal.

 

El peso del odio recae cada vez más sobre las mujeres musulmanas. En incidentes recientes hemos visto cómo se les ha empujado a las vías del tren, echado a patadas y puñetazos de un autobús y han sido agredidas mientras recogían a sus niños del colegio. Y las más expuestas al peligro son las mujeres musulmanas que llevan el hiyab.

 

“Las mujeres musulmanas reconocibles son las que se topan con más violencia y acoso en la calle” explica Mughal. “Está claro que también hay un asunto de género cuando hablamos de odio antimusulmán”. Según Tell MAMA, las mujeres sufrieron el 80% de las agresiones producidas tras los ataques terroristas de París. Los motivos son en parte prácticos. “Hay un factor de visibilidad. Es fácil identificar a una mujer musulmana que lleva ropa islámica. También es menos probable que se defienda”.

 

Fatima, de 24 años, se mudó a Estados Unidos cuando era adolescente y vive en Washington DC. No siempre ha llevado el hiyab, pero se ha dado cuenta de que cuando lo lleva la gente “mantiene la distancia. No es necesariamente negativo, pero sí que se trata a la gente con hiyab de forma diferente”. Hace un año, sufrió su primera agresión islamófoba en un autobús, tras una década viviendo en Estados Unidos.

 

“Me senté delante de una mujer que empezó a ponerse tensa y se alejó. Me di cuenta de que se cambió de asiento, pero no le di más importancia hasta que me di cuenta de que me estaba insultando. Empezó a jurar en alto diciendo que éramos el diablo y la prole de Satán y otras cosas por el estilo”.

 

Los insultos continuaron durante diez minutos, hasta que la agresora se bajó en su parada. “Cuando pasó a mi lado le sonreí y le di las buenas noches, a lo que me contestó “Que te jodan”, y se bajó del autobús”. La primera reacción de Fátima fue reírse de su atacante. “Sinceramente, me parecía absurdo porque no entiendo cómo alguien que no sabe nada de mí puede insultarme. Pero si fuera una ataque físico y amenazante, reaccionaría de forma muy diferente. Tengo la sensación de que las cosas se están poniendo peor en general, lo cual me pone en alerta. Como mujer que lleva hiyab, sé que puedo ser blanco de ataques”.

 

Según Mughal, los ataques islamófobos a mujeres muestran estructuras más profundas de desigualdad de género que existen en nuestra sociedad. “Hay algo innato en los hombres que hace que quieran atacarlas, porque las mujeres son el punto central de la reproducción, el eje que mantiene con vida las comunidades musulmanas. En nuestra experiencia, el elemento fundamental de la islamofobia es violencia de hombres contra mujeres”.

 

Chaudry está de acuerdo en que las mujeres musulmanas son más vulnerables. “En California se dio un caso en el que un hombre embistió a una mujer embarazada en la barriga con un carrito de la compra”. El miedo se está expandiendo por las comunidades musulmanas de Estados Unidos. “Hay mucha ansiedad entre las musulmanas que llevan hiyab. Varios padres me han llamado contándome que piden a sus hijas que se quiten el hiyab en el colegio por miedo a que les ataquen”.

 

Incluso cuando la discriminación no se convierte en violencia, las mujeres musulmanas siguen siendo tratadas de forma diferente. “La gente asume que no sé inglés porque llevo hiyab”, dice Chaudry. “Me hablan lentísimo y cuando contesto se sorprenden y me felicitan por mi inglés. Trato de hablar con ellos y explicar que porque sea musulmana y lleve el velo no significa que no sepa inglés. No soy tan diferente de ellos, realmente. Me gusta Star Wars y muchas otras cosas que gustan al estadounidense medio”.

 

Jade Jackman es una cineasta y activista cuyo último proyecto, Exploiting it (Aprovecharse), explora los efectos que tiene la islamofobia sobre las mujeres musulmanas. Tras su estreno, se proyectó en el Instituto de Cine Británico (British Film Institute. “No es verdad que la islamofobia solo afecte a las mujeres, pero sí que se manifiesta de otra manera. La gente tiene casi un fetiche con el hiyab. Algo que salió bastante mientras rodábamos era cómo a las mujeres musulmanas se les suele hacer preguntas fuera de lugar sobre su vida sexual. La percepción general es que no mantienen relaciones sexuales”.

 

Las actitudes islamófobas contra las mujeres suelen incluir un elemento sexual. “A menudo, los insultos que reciben las mujeres musulmanas en la calle está muy sexualizado” comenta Mughal. “Se utiliza para degradarlas y ofenderlas, ya que se piensa que son muy religiosas. Las mujeres musulmanas también son víctimas de troles en internet, especialmente si son activas en las redes sociales”.

 

Le pregunté a Mughal cuál era el perfil del agresor tipo. “Blanco, hombre, entre 15 y 35 años. La mayoría dice que nunca atacaría a una mujer, pero que con las mujeres musulmanas es diferente, ya que no les parecen mujeres de verdad. Las han deshumanizado tanto que no pueden ver su identidad de género. Solo pueden ver que son musulmanas”.

 

Jackman también cree que la sociedad necesita ver cómo interactúan las identidades religiosas y de género de las mujeres musulmanas. “Tenemos que hablar de cómo ser musulmana se ha convertido en una identidad racial, especialmente para las mujeres de color. Las mujeres musulmanas no están compuestas por una sola identidad, y la islamofobia se presenta de tantas maneras, ya sea en el aspecto de género o religioso”.

 

La misoginia que subyace a gran parte de la islamofobia contemporánea preocupa a Mughal. “En mi labor con Tell MAMA he podido ver cómo la islamofobia no puede ser separada de temas de género más amplios”.

 

“Hay algo que está afectando a un gran grupo de hombres en nuestra sociedad. Son hombres que van a casa con sus esposas y les dicen que las quieren y que son sus semejantes. Sin embargo, cuando están en la calle se aprovechan y atacan a mujeres musulmanas. El agresor puede seguir pensando que es un buen tío, pero si miras debajo de la superficie, te encontrarás con un machista que piensa que está bien agredir a mujeres musulmanas. Y ese es el problema. Por mucho que creas que vivimos en una sociedad inclusiva, hay una veta machista que lo recorre todo”.

 

Por si fuera poco, la islamofobia también favorece a “Estado Islámico” y otros grupos extremistas que buscan radicalizar a musulmanes moderados. “La violencia islamófoba estalla con lo que está sucediendo en el mundo, como los ataques terroristas de París, pero también a nivel nacional y regional” explica Imran Awan, vicedecano del Centro de Criminología Aplicada de la Universidad de la Ciudad de Birmingham. “Por ejemplo, después del escándalo de Rotherham [donde pandillas de hombres de origen paquistaní abusaron sexualmente de menores] hubo un aumento de agresiones islamófobas a nivel local”.

 

Estos eventos desencadenantes también son explotados por la extrema derecha. “Es lo que llamamos extremismo cumulativo: un extremo alimenta al otro. ‘Estado Islámico’ crece y lo mismo hace la extrema derecha. Ambos utilizan el miedo y terror al otro para avanzar en sus propósitos”.

 

Le pregunto a Chaudry si piensa que las cosas mejorarán en 2016. “Ojalá pudiera decir que soy optimista, pero el ambiente de hostilidad hacia los musulmanes que veo ahora es el peor que he visto, incluyendo los días después del 11 de septiembre. No veo que vaya a mejorar”. Resalta cómo la islamofobia suele tener repuntes que coinciden con las elecciones en Estados Unidos. “Aún quedan muchos meses hasta las elecciones de noviembre y sabemos que los candidatos están dispuestos a atacar a los musulmanes si les hace subir en las encuestas”.

 

No obstante, sí que hay un rayo de esperanza. “Hemos empezado a ver una respuesta más pronunciada de nuestros aliados de otras fes. Más gente está dando un paso al frente para rechazar la islamofobia. Con suerte, estas voces serán escuchadas y la narrativa se apartará de la intolerancia. Hay que decir que la islamofobia no es Estados Unidos. Eso no es quienes somos. Debemos mantenernos unidos”.

 

 

Traducido por Leandro James Español Lyons en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.

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