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Islamofobia: un nuevo enfoque

Publicado por Khaled A. Beydoun, en Al Jazeera, el 12 de marzo de 2018.

 

La islamofobia es mucho más que mero pavor u odio hacia los musulmanes, más que el temor o la aversión al islam.

 

Para entender la islamofobia hay que situarla en el contexto estadounidense que la alimenta y fomenta.

 

“¿Por qué has puesto a una negra en la portada de tu libro?” me preguntó una mujer de mediana edad de origen surasiático al término de una conferencia en Michigan. La mujer que me hacía la pregunta era musulmana, al igual que la de la portada del libro, Islamofobia en Estados Unidos: entender las raíces y el ascenso del odio. Es otra muestra de cómo se percibe y confunde la identidad musulmana tanto desde dentro como desde fuera de las comunidades musulmanas estadounidenses.

 

Existe una imagen racial del musulmán, incrustada en el imaginario de los estadounidenses muy poderosa aún hoy. No sólo entronca con la actual marea de hostilidad contra los musulmanes, sino que es una parte integral de ella. La islamofobia en los Estados Unidos es, en gran parte, un proyecto racial fruto de un discurso del amo, en el que se basó la supremacía europea y que hoy alienta opiniones generalizadas y políticas estatales para mantener su descendiente estadounidense, los supremacistas blancos.

 

La raza y el racismo son esenciales a la hora de entender la islamofobia, como bien explicó el sociólogo Erik Love. Se conjugan en una gran variedad de combinaciones a medida que avanza la islamofobia en Estados Unidos y el resto del mundo. Aunque el racismo es la piedra angular, hay más factores. La islamofobia está anclada en el orientalismo que precede la creación de la empresa de formación racial estadounidense en su forma moderna y una extendida guerra contra el terrorismo que la amplía a través de políticas y leyes.

 

La islamofobia es mucho más que mero pavor u odio hacia los musulmanes, más que el temor o la aversión al islam. Estas definiciones se centran en sentimientos explícitos e irracionales y, en general, en la actitud de actores privados. El papel del Estado y su vasta red de agencias y organizaciones, así como la influencia recíproca de la organización estatal y la política, son clave para comprender la islamofobia.

 

La islamofobia es también ley, unas veces explícita y otras veces oculta tras términos aparentemente neutros cuyo fin es discriminar. Gozan de la aprobación del Estado y obligan a los gobiernos a adherirse al mensaje que equipara la identidad musulmana a la amenaza terrorista y al islam como una civilización retrasada que debe ser confrontada o retorcida hasta que se amolde al Estado. Alcanzar una definición y un marco para entender la islamofobia en todas sus formas permite ver sus numerosos tentáculos y cómo estos se cruzan con otras formas de racismo e intolerancia, se extienden gracias a leyes y políticas y condicionan las perspectivas, no ya solo de los que no profesan el islam, sino también de musulmanes y todas las personas condicionadas por la islamofobia estadounidense que prevalece hoy en día.

 

Rastreando la historia de la islamofobia

 

En 2015 comencé un proyecto cuyo objetivo era redefinir la islamofobia. Era un momento en el que la intolerancia explícita y el odio hacia los musulmanes en Estados Unidos se veían alentados por (el entonces candidato y hoy presidente) Donald Trump. Sin embargo, mi búsqueda de una nueva definición no estaba tan motivada por la hostilidad contemporánea como por mi análisis del “orientalismo legal” y la postura centenaria de la justicia estadounidense que argumentaba que ser musulmán era antitético a ser blanco. Entre 1790 y 1952, ser blanco era un requisito para acceder a la nacionalidad y hasta la sentencia del caso Mohriez en 1944, los musulmanes eran considerados un grupo racial aparte que no solo no era blanco, sino que quienes profesaban el islam eran considerados la civilización antitética a lo blanco.

 

La postura legal que afirmaba que los musulmanes no eran blancos y consideraba el islam como la antítesis de Occidente se basaba en una retórica que resurgió tras los atentados del 11 de septiembre. Fue el pistoletazo de salida de la islamofobia tal y como la conocemos hoy día, a la cabeza de la que iban la creación del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense y el inicio de la guerra contra el terrorismo. Así pues, las ideas, imágenes, narrativas distorsionadas y representaciones falsas que afloraron tras el 11 de septiembre y que dirigen la islamofobia que hoy conocemos son fruto del orientalismo. Es decir, cualquier debate sobre la islamofobia debe estar prologado por un recorrido por el orientalismo y las influencias de este en ese fenómeno.

 

El orientalismo estadounidense fue, en gran medida, un proyecto supremacista blanco que colaboró con la doctrina del Destino manifiesto y corrientes anti-negras para determinar qué es ser blanco y definir la ciudadanía, tanto formal como sustantiva. A su vez, buscaba responder a una pregunta subyacente: ¿quiénes somos (como estadounidenses)? ¿Y quiénes no lo son? Es una pregunta que recuerda a eslóganes presidenciales y políticas migratorias, a un éxito de ventas de Samuel Huntington y a la extensa guerra contra el terrorismo que es el motor de la islamofobia en Estados Unidos hoy día. Al examinar esta pregunta y el sinnúmero de corrientes que buscan responderla a través de calumnias, armas o políticas, llegamos a una comprensión más profunda de la islamofobia.

 

Un nuevo marco, una nueva definición

 

Este contexto histórico, combinado con su complejidad moderna, me ha traído hasta una nueva definición y un nuevo marco para la islamofobia. Ante todo, la islamofobia se basa en la presunción de que el islam es inherentemente violento, ajeno e inasimilable, dado que las expresiones de identidad musulmana se asocian a una tendencia al terrorismo. Asimismo, la islamofobia se presenta en tres dimensiones: la privada, la estructural y la dialéctica.

 

En primer lugar, se entiende por islamofobia privada el miedo, la sospecha y las agresiones a musulmanes por parte de actores privados. Pueden ser individuos u organizaciones no dirigidas directamente por el Estado. El asesinato de tres estudiantes musulmanes estadounidenses en Chapel Hill (EE.UU.) en 2015 a manos de Craig Hick es un claro ejemplo de islamofobia privada. También lo son los ataques a mezquitas y musulmanes visibles. Los actos privados de islamofobia suelen estar motivados por una comprensión caricaturizada de los musulmanes y el islam y son también una amenaza para aquellos que pueden ser percibidos como musulmanes aunque no lo sean, por ejemplo los sij o cualquiera con rasgos surasiáticos.

 

La islamofobia estructural, el segundo nivel, es el miedo y la sospecha de musulmanes por parte de instituciones gubernamentales. Estos se manifiestan e imponen a través de la aprobación de leyes, políticas y programas o de declaraciones oficiales por agentes del Estado. Leyes como la US PATRIOT Act o el programa Countering Violent Extremism, la abominable retórica anti-musulmana del presidente Trump y las campañas de congresistas para aprobar la legislación anti-sharía ejemplifican, de formas diversas, cómo es la islamofobia estructural. Es una política defendida tanto por políticos de derechas, como George W. Bush y Trump, como por demócratas como Barack Obama, que estableció la vigilancia contra la radicalización como su política antiterrorista insignia. Al contrario que la islamofobia privada, la islamofobia estructural puede tener motivos tanto racionales como irracionales, y puede ser utilizada para lograr objetivos de política nacional e internacional.

 

La dimensión dialéctica de la islamofobia es el proceso mediante el cual la islamofobia estructural forma, modifica y respalda opiniones y actitudes hacia el islam y los musulmanes. La acción del Estado legitima las concepciones y representaciones erróneas del islam y comunica estas ideas dañinas a través de políticas, programas y retóricas de Estado. La ley no solo forma las políticas, sino que también manda una serie de mensajes y directrices a la sociedad para que forme parte del proyecto de vigilar, castigar y perseguir a los musulmanes. Estos procesos se ven de forma más clara en momentos de crisis, especialmente después de atentados terroristas, cuando los incidentes de odio y violencia contra musulmanes y aquellas personas identificadas como musulmanes se vuelven comunes.

 

Más allá

 

Esta definición permite entender las raíces epistemológicas y legales de la islamofobia en Estados Unidos y su feroz crecimiento en las últimas décadas. Asimismo, el marco permite analizar la islamofobia a medida que interactúa y converge con otros sistemas de estigma y subordinación, incluso los más siniestros.

 

Más allá de su concepción popular, la islamofobia está en todo: desde las leyes hasta las películas de Hollywood; desde agresiones a musulmanes hasta ataques contra personas erróneamente identificadas como tales. La islamofobia abarca todo esto y más. Es, ante todo, un sistema complejo y cambiante que no puede ser reducido a un mero miedo o aversión hacia el islam y los musulmanes. Estos ocupan diferentes puestos en la sociedad y la sufren de formas diferentes, los más vulnerables de forma desproporcionada.

 

Para entender la islamofobia hay que situarla en el contexto estadounidense que la alimenta y fomenta, poniendo en peligro a una gran parte de la población a la que convierte en víctimas potenciales. Es esa misma población la que pone de manifiesto la diversidad a varios niveles del país del que quieren formar parte, pese a los esfuerzos del Estado y de los elementos de la sociedad que quieren mantener a los musulmanes en los márgenes.

 

 

Traducido del inglés por Leandro James Español Lyons en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.

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