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Pañuelo y trabajo

PILAR RAHOLA

La Vanguardia, 18/03/2017

Reflexiono sobre el tema, a raíz de un enconado debate en 8 al dia con una musulmana que defendía la tesis contraria. El motivo era la decisión del Tribunal de la UE que ha avalado la prohibición de llevar el hiyab en el trabajo si así lo considera la empresa. “No constituye una discriminación directa por motivos de religión o convicciones”, han sentenciado desde Luxemburgo, y han añadido que la empresa belga que despidió a su recepcionista, Samira Achbita, por negarse a trabajar sin velo, tenía un reglamento interno que impedía a los trabajadores la exhibición de símbolos religiosos o políticos. Es decir, había normas claras, y la trabajadora las vulneró de manera consciente y militante. El Tribunal, lógicamente, ha dado la razón a la empresa.

Sin embargo, ese “lógicamente” –adverbio que tiende a ser definitivo– queda en suspenso cuando el tema choca con el islam. Es entonces cuando se abre la caja de Pandora, surgen las voces que acusan de discrimi­nación y, en el súmmum del delirio, los hay que hablan de islamofobia, tér­mino que se ha convertido en un auténtico comodín para impedir el pensamiento libre. Sacan la pérfida muletilla y cualquier crítica se hunde en el pozo negro de la intolerancia, y así consiguen imponer el relato único. Pero incluso con toda la música estri­dente que acompaña cualquier debate sobre el islam, es necesario defender los principios fundamentales de la ­modernidad. El primero, separar a los dioses de las leyes, pilar sobre el cual se basa la sociedad democrática. Si algo queda claro es que esa dualidad compleja es el campo de batalla de la ideología salafista y de sus derivadas to­talitarias, que intentan presionar para crear leyes paralelas basadas en la ­religión y no en la ciudadanía. No es una casualidad que los conflictos se alimenten de mujeres y velos, porque es en el papel de la mujer, y en la li­bertad de que goza en democracia, donde el islamismo intuye su principal amenaza.

El segundo principio tiene que ver con la libertad de empresa y su derecho a crear normas internas. Si nadie discute que una empresa pueda exigir corbata o prohibir una vestimenta desaliñada o un tatuaje fascista, ¿por qué se discute que no quiera símbolos religiosos? Nadie está obligado a trabajar en un lugar concreto, pero es evidente que deben aceptarse las normas si no son impropias. Y no es impropio que una marca comercial se niegue a exhibir símbolos religiosos o políticos.

Está en su derecho, como el ciudadano lo está de buscar otro lugar de trabajo. No deja de ser significativo que ese principio no se discuta sobre corbatas o sobre otros símbolos religiosos, y siempre sea un campo de batalla con el islam. Es significativo y es obvio, porque detrás hay un intento de regresión social con el fin de volver a poner a los dioses en el centro de la norma. No se trata de discriminación, se trata de ideología de imposición.

*Imagen de Wikipedia

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Un comentario

  1. Otro supuesto caso de islamofobia más que discutible. En Argelia, los policías, gendarmes y militares tienen prohibido dejarse la barba, a pesar de que en el país hay no pocos hombres que la llevan por motivos religiosos. También hay determinados trabajos en los que el hijab está desaconsejado o directamente no se contrata a mujeres que lo lleven. ¿Es Argelia un país islamófobo entonces?

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